miércoles, 30 de octubre de 2013

Discurso en la entrega de medallas de la Real Orden del Mérito Deportivo



Recibir la Medalla de Oro del Mérito Deportivo es un gran honor, no cabe duda. Es una señal de que lo estás haciendo bien y ayuda a seguir peleando. Porque no es fácil ser deportista, nada es fácil en esta vida, sobre todo cuando compites por ser el mejor. ¿Os imagináis ser el mejor médico del mundo, el mejor profesor, el mejor cocinero...? Medirse con los mejores, sea cual sea la especialidad, implica sacrificio, disciplina. Es una competición constante ante los rivales y una lucha sinfín contra uno mismo.

Sólo nuestros familiares y amigos más cercanos son conscientes de qué dejamos en el camino. Nuestra apuesta es siempre a cara o cruz. Invertimos todo nuestro esfuerzo por un sueño, por una pasión, por una forma de entender la vida. No se trata sólo de ganar. Vencer es importante, sí, casi imprescindible en muchos casos, pero no a toda costa. Triunfar significa ir con la cabeza bien alta; saber que lo diste todo; que jugaste limpio; que hiciste todo lo que debías; que aún así, no siempre venciste; y que siempre, siempre, hay algo que puedes mejorar.

Somos así, inconformistas por naturaleza. Eso es lo que nos define, lo que nos espolea para seguir caminando por la senda de la excelencia.

Solemos pensar que esa excelencia deportiva va asociada a nombre masculinos, pero ahí están las chicas de la natación, waterpolo, Vela, Taekwondo, baloncesto y tantos otros deportes para demostrar que algo ha cambiado en nuestra sociedad. Pero no podemos acomodarnos -ya sabéis, somos inconformistas-, los éxitos no son fruto de la casualidad y sólo se pueden dar cuando se juntan diversos factores. Ese árbol que crece fuerte y decidido -que es el deporte, y especialmente el deporte femenino-, se debe regar y mimar de vez en cuando para que siga dando sus frutos.

Regar significa cobertura mediática, apoyo institucional, dar facilidades. Mi deporte, los deportes de off-road, en general, siguen limitados por una ley de montes que nos impide entrenar con normalidad. Debemos arreglarlo entre todos para que los jóvenes de hoy puedan ser los campeones de mañana. Regar significa también mecenazgo y, como no, patrocinio. No somos un fondo perdido. Los deportistas devolvemos parte de nuestro sacrificio y esfuerzo a la sociedad y a los patrocinadores, lo multiplicamos en imagen, valores y difusión. Por eso, nuestra relación es simbiótica: nos alimentamos los unos de los otros y ganamos todos. Pero no son tiempos fáciles para el patrocinio deportivo. Por eso, todos y cada uno de nosotros estamos infinitamente agradecidos a aquellas empresas y empresarios que apuestan por nosotros. Sonará a frase hecha, pero es tremendamente cierta: sin ellos, nada de esto sería posible.

Por último, quiero acordarme de una persona. Una mujer que ya no está con nosotros pero que todos tenemos muy presente, una deportista que quiso cumplir un sueño en un mundo muy difícil, una luchadora que se convirtió en una gran ejemplo para todos. Cuesta mucho asumir la pérdida de María de Villota, así como la de tantos otros deportistas y, especialmente, pilotos que nos han dejado. Es el altísimo precio que nunca habría que pagar por hacer lo que hacemos y una muestra extrema de hasta donde puede llegar nuestra pasión.